lunes, 17 de agosto de 2009

“No les digo que entreguen todo. No. Disfruta de lo tuyo pero, una vez hayas cubierto tu propia necesidad, has algo necesario con lo inútil y superfluo y distribúyelo entre los que se mueren de hambre y tiritan de frío. Mándalo por medio de ellos a tu verdadera patria: ellos serán tu mejor correo, para que cuando regreses allí, lo encuentres todo preparado. Todo lo que pongas en manos de los pobres lo depositas en un granero seguro que es la mano misma de Dios.

“El compartir radica en la naturaleza misma del cristiano. Lo suficiente se define por la necesidad de aquellas cosas sin las que no es posible vivir. Nada pretende quitarte el sustento necesario; pero estoy hablando de sustento no de deleites; estoy hablando de vestirse no del lujo en el vestir. O por mejor decir, si miramos las cosas hasta el fondo, el mayor placer está en la sobriedad. Lo que hace al hombre rico no es el mucho tener, sino el no necesitar de mucho”.

“No nos contentemos con traer dinero a la Iglesia, sino miremos si procede de un justo trabajo”.

“No hablo así porque la riqueza sea un pecado. El pecado está en usar mal de ella no repartiéndola entre los pobres. Dios no ha hecho nada malo. Todo es bueno y muy bueno. También las riquezas a condición de que no dominen a quienes la poseen y remedien la pobreza... no es verdadera riqueza la que no destierra la pobreza sino que la aumenta".
San Juan Crisóstomo (344-407)

viernes, 14 de agosto de 2009

Asunción de Nuestra Señora



La Virgen Santa María, es para nosotros en el misterio de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, motivo de alegría, esperanza y consuelo.


María Asunta, nos señala el camino


El momento de la Asunción a los cielos fue para Nuestra Señora la plenitud de su pequeñez. María es la primera mujer resucitada y que desde el cielo intercede por nosotros, peregrinos en este valle de lágrimas.


La Virgen asunta en cuerpo y alma a los cielos nos enseña el camino y el gozo del cielo. Nuestra vocación cristiana, como Santa María, la Virgen, consiste también en ayudar a todos aquellos que caminan en este mundo sin encontrar el sentido de la vida.


La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora es la fiesta de las fiestas. El misterio de la Inmaculada Concepción es grande, porque con él se inicia el camino histórico de Nuestra Señora, la predestinada, la amada, la llena de gracia.


Es grande, también, el misterio de la Encarnación del Verbo y del “Sí” de Nuestra Señora en la Anunciación; también es grande el misterio de la maternidad divina, pero todo esto está encaminado a la pascua, como el misterio del Hijo está orientado al misterio pascual. María, vestida del sol con la luna bajo sus pies, coronada de doce estrellas (cf Ap.12,1), es el signo de la Iglesia ya definitivamente consumada en el cielo, pero al mismo tiempo manifiesta la plenitud de la obra maravillosa que Dios ha realizado en su pequeñez.


María ha sido la Madre - Amiga en los caminos de la vida del espíritu. Cuando al teólogo alemán Karl Rahner le preguntaban por qué había decaído en algunos ambientes cristianos la devoción a la Virgen, respondió: “Muchos cristianos viven hoy de ideas, y las ideas no tienen Madre”. Por eso, los que en la vida evangélica desconocen a María, en el fondo son unos huérfanos espirituales. Les falta algo.


Muchas veces he repetido en mi vida la frase de San Jerónimo: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”. Es verdad, pero también en el fondo desconocer a María es desconocer en plenitud a Cristo. Ella nos lleva al mismo centro de la vida cristiana, que es Cristo.


Los jóvenes enseguida descubren que María los lleva a vivir un cristianismo con radicalidad. Descubrir a María es descubrir el camino más corto y más recto para llegar a Jesús. Es más, vivir una relación con María, es vivir una relación con Cristo, pues como decía San Maximiliano Kolbe: “María no tiene más voluntad que vivir cumpliendo la voluntad de Dios”. A esto nos lleva la verdadera devoción a María: a vivir de Cristo.


María asunta es nuestra esperanza, queridos jóvenes y adultos. Caminar en la esperanza es sentirse poseídos fuertemente por el Cristo de la Pascua. ¡Él nos grita! ¡No tengáis miedo!. Y yo os digo: No tengáis miedo a las exigencias del Señor; no tengáis miedos si experimentáis la propia debilidad. El miedo es una experiencia que tenemos todos.


El miedo y el cansancio se oponen siempre a la esperanza. Vivamos en cambio en la firmeza inquebrantable de la esperanza y animémosnos mutuamente en este camino de espera y esperanza, tal y como nos lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: “Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará en su plenitud en el siglo futuro.


Mons. Antonio Ceballos Atienza,


Obispo de Cádiz y Ceuta

San Maximiliano Kolbe


Hoy 14 de agosto, recordamos a San Maximiliano Maria Kolbe, significativamente en la vigilia de la Fiesta de la Asunción de la Virgen Maria, aniversario de su muerte, “sacrificio de amor, que dió su vida en el campo de concentración de Auschwitz, ofreciéndose por otro prisionero al que no conocía, un padre de familia!” (¡Levantaos, Vamos!)
Kolbe, un santo que “como pocos, había sido penetrado por el misterio de la divina elección de María. Su corazón y su pensamiento se concentraron de forma particular en torno al «nuevo comienzo», que fue en la historia de la humanidad –por obra del Redentor– la Inmaculada Concepción de la Madre de su encarnación terrena. «El significado de Madre –escribía– lo sabemos, pero el de Madre de Dios no lo podemos comprender con la inteligencia, con la mente limitada. Sólo Dios mismo comprende perfectamente qué significa “Inmaculada”... La Inmaculada Concepción está llena de misterios consoladores» (M. Kolbe, Carta del 12 de abril de 1933).

Maximiliano Kolbe penetró en este misterio de forma particularmente profunda, particularmente sintética: no de forma abstracta, sino a través del vivo contexto de Dios-Trinidad, Dios que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y a través del vivo contexto de los designios salvíficos de Dios para el mundo. Escuchemos de nuevo sus palabras: «Busquemos cada vez más, cada día más, acercarnos a la Inmaculada; de este modo nos acercaremos cada vez más al Sacratísimo Corazón de Jesús, a Dios Padre, a toda la Santísima Trinidad, porque ninguna criatura está tan cercana a Dios como la Inmaculada. Así acercaremos también todos los que nos son cercanos en el corazón a la Inmaculada y al buen Dios» (M. Kolbe, Carta desde Nagasaki, 6 de abril de 1934). (de la homilia de Juan Pablo II en Niepokalanów, la Ciudad de la Inmaculada, complejo fundado por el P. Kolbe en 1927, Niepokalanów ese lugar donde, en continua obediencia al Espíritu de verdad, a ejemplo de la Inmaculada, el hombre se iba formando día a día, de manera que el Santo superase al hombre no sólo en función de la vida y del apostolado, sino también en función de una muerte de mártir «por el hermano»”.Maximiliano Maria Kolbe fue beatificado por el Santo Padre Pablo VI el 17 de octubre de 1971 y proclamado santo y mártir el 10 de octubre de 1982 por Juan Pablo II.

martes, 11 de agosto de 2009

¿Eres un niño o un hombre?


En las culturas de las tribus salvajes existen ciertos ritos y costumbres a las que se tienen que someter los niños para que se les considere como hombres. Los Marquiriate de la selva Amazona, por ejemplo, toman unas hormigas conocidas como “24″ por el intenso dolor de su piquete que dura 24 horas. Tejen los insectos entre la fibra de un metate y los enredan sobre el cuerpo desnudo del jovencito. El “debutante” no puede proferir la más mínima queja, llanto o expresión de dolor, ya que si lo hace, demuestra que aún no tiene las “agallas” para ser hombre.

Los inarus de Papua, Nueva Guinea, sujetan a sus niños de pies y manos y los golpean salvajemente con varas de tres metros. Luego los rapan y los confinan a merced de sus alucinaciones por la fiebre y el enclaustramiento en “la casa de los espíritus” durante tres días. Si soportan el tratamiento, ya son hombres.

Los guerai demandan que sus jóvenes se internen en la selva y regresen con la cabeza de un enemigo. Si lo logran, son hombres. De otro modo, ¡son hombres muertos! ¡Salvajes dirías! Cierto que para adquirir el estatus de un “hombre hecho y derecho”, nuestra cultura también impone ciertas barbaridades. Hablar profanamente, caminar de cierta forma, fumar cierto tipo de cigarrillo, tener algo de bigote (¡aunque sea de leche!), y lo peor de todo, ¡experiencia en la cama!

Como cristianos aprendemos que estas cosas están lejos de caracterizar a una persona como un verdadero hombre, pero entonces, ¿en qué consiste la hombría?

1.- Un hombre es alguien que tiene valor. En una ocasión me tocó presenciar la explosión de una estufa. El hombre que estaba cocinando quedó completamente envuelto en llamas. Sin pensarlo dos veces me lance sobre él y lo abracé de pies a cabeza hasta que se extinguieron las llamas que consumían su cuerpo. La gente consideró aquello como un acto heróico de mi parte, pero en mi opinión no fue así. No era un asunto de valor, sino de una simple reacción automática. Ese es el falso heroísmo que vemos en Hollywood, no en la vida cotidiana.

Los tres amigos de Daniel sí que era verdaderos valientes. Mientras todo el mundo se tiraba al suelo al escuchar el mariachi del rey Nabucodonosor y adoraba la estatua, Sadrac, Mesac y Abednego permanecieron firmes. El verdadero valor de un hombre surge de la seguridad de saber quién es. Un hombre, sea de dieciséis o sesenta años, es aquel que se sostiene firme en sus convicciones y se conduce rectamente a pesar de cualquier oposición. Alguien que está dispuesto a ser objeto de burla con tal de mantenerse fiel a sus valores morales.

2.- Un hombre es alguien que sabe controlarse a sí mismo. Es alguien que no se deja manipular por su madre, sus amigos, la botella, el dinero, ni las pasiones sexuales. Alguien que no es presa fácil de la euforia del momento, el temor y los corajes. José era un joven aborrecido por sus hermanos, pero deseado por la “señora Potififi”, esposa de Potifar, sin embargo supo controlarse cuando ella lo buscaba despertando sus pasiones juveniles. Cuando sus hermanos cayeron bajo su poder, José no se dejó llevar por los deseos de venganza, sino que se mantuvo en control de la situación. Un hombres que es dueño de sí, piensa antes de hablar, considera antes de hacer, busca a Dios antes de responder; está consciente de la obligación de cumplir con su palabra y entiende la responsabilidad de sus acciones porque sabe que tendrá que remitirse a las consecuencias de sus errores. No huye, no se esconde, no hace excusas, no culpa a los demás.

3.- Un hombre no es egoísta. Vivimos en un mundo completamente egocéntrico. El que grita más recio, el que pega más duro, el que llega primero, el que aguanta hasta el final, es el que gana. Se nos ha enseñado a preocuparnos sólo por “mí”, “yo” y “un servidor”. Un hombre de verdad es sensible, piensa en los demás, se interesa por ellos y se preocupa por servirles. Es lo bastante hombre para saber que las cosas no siempre van a salir como él quiere. Es bastante hombre para negarse a sí mismo y reconocer la importancia de los demás. Timoteo era este tipo de hombre.

Pablo escribió, “Pues a ninguno tengo del mismo ánimo y que tan sinceramente se interesa por vosotros, porque todos buscan lo suyo propio…” (Fil. 2:20).

4.- El verdadero hombre tiene un propósito en su vida. El mundo gira demasiado rápido. Los días se vuelven meses y se nos van los años sin considerar el porqué de la existencia. Aun los que conocemos a Cristo tenemos la tendencia de entrar a la carrera y correr sin descansar hasta terminar en el ataúd.

Un verdadero hombre comprende el significado de la vida. Sabe que tiene una sola oportunidad para hacer que su estancia en el planeta sirva de algo. Un verdadero hombre se asegura de dejar un legado e invertir su vida en los demás.

Fuente: www.geocities.com/jovenes_catolicos/

miércoles, 5 de agosto de 2009

historia de unas manos


Me contaron hace unos días la historia de un niño sincero y atrevido. Un buen día Oscar, en un arrebato de honestidad le dijo a su madre: "Mamá, eres hermosa...". La madre no pudo menos que enternecerse y sonreír dulcemente. Pero el hijo, pasados unos segundos, añadió: "pero tus manos son tan feas..."


Pocos días después Oscar conocería la historia de esas manos: Hace tiempo dormía profundamente un niño. De pronto se encendió el mosquitero de la cuna y las llamas amenazaron la vida del bebé. La sirvienta corrió despavorida, mas la madre heroica y decidida, dominó el fuego a manotazos, salvando de las llamas a su hijo. Y sus manos del color de armiño quedaron sin piedad carbonizadas.

Cuando al final las vendas le quitaron, sus manos por el fuego deformadas le quedaron. El pequeño escuchaba a su padre sin pestañear. Cuando terminó el relato, Oscar, con lágrimas en los ojos, corrió hacia su madre, y le dijo entre sollozos: "No hay manos cual las tuyas en el mundo, madre".

¿Cuántas historias semejantes permanecen ocultas? Sin embargo nunca faltarán niños o adultos atrevidos, sin pelos en la lengua.

Por ello cada día leemos o escuchamos comentarios y críticas de todos los gustos y colores. Detestamos las manos feas, o el comportamiento de fulanito o menganita. Oscar nunca más se quejará antes de conocer los motivos de tal o cual acontecimiento.


Esta pequeña historia podría enseñarnos a desterrar de nuestra vida el famoso: piensa mal y acertarás.¡Con cuánta facilidad se derrama por doquier el veneno de la difamación y calumnia! Y en muchas ocasiones sin fundamento o seguridad alguna. Después llegan los lloriqueos, las quejas y excusas: yo pensaba, había leído, me parecía que.... Pero ya es tarde. El veneno mortal de la crítica ha corroído y destruido la fama del prójimo.

Todos le apuntan con el dedo. Le cierran el paso o le desprecian.Ojalá se agradeciera y premiara con más frecuencia a tantos y tantos héroes desconocidos como la madre de Oscar.

La historia suele dejar en el tintero a estos héroes. ¡Cuántas sorpresas nos llevaríamos! Se descubrirían las hazañas y méritos de muchas personas que han sido blanco continuo de nuestras críticas.

Te encontrarías en el índice de ese libro: mamás que se desviven por sus hijos por puro amor desinteresado, sin recibir nada a cambio; políticos, soldados, misioneros, amigos y enemigos. Algún día no muy lejano todos ellos recibirán su recompensa.